"El hombre del traje gris"

Álvaro - Transfer

Nunca hubiera sabido decir qué fue. Nunca cómo lo consiguió. Sonrió y todo fluyó, como el agua del deshielo se deja llevar por los arroyos...
Me levanté con la vista nublada y un amigo peludo que no quería madrugar. Yo tampoco tenía ganas de empezar el día tan temprano. Era día 30, creo que del mes de abril.
El agua de la ducha rebotaba en mi espalda como las palabras imposibles de decir en la punta de mis labios: pancarta, escaparate, coronel, prieto picudo, paredes...
A las 8 de la mañana salí a encontrarme con aquellos que representaban mi misma adolescencia, mis mismas ganas de alcanzar un sueño... o no, era demasiado temprano para perseguir sueños, para pensar, para atender en clase, para escribir algo que te llegara al corazón, ahora que el frío ¿invierno? ha marcado las manos que un día se dieron calor.
A la hora del recreo fui a tomar el té que me devolvió la inspiración, al lugar donde las miradas entre compañeros de trabajo se cruzan cómplicemente sin decir nada y diciéndolo todo entre sorbo y sorbo de café.
Hacía frío, como aquellas tardes que con estoicidad nos quedábamos contemplando la fachada del monumento que nos vió crecer, que nos vió querer.
De camino para casa todo era más fácil, aunque en realidad nunca lo fue. Hay decisiones que nunca sabremos si han sido las correctas o no. Decisiones que si nunca hubieramos tomado, nunca hubieramos parado a pensar, por eso es necesario tomarlas y ser consecuentes, a pesar de todo.
Era día 30... el último del mes que me robaron como en aquella canción que decía... "y cuando por la calle pasa la vida como un huracán, el hombre del traje gris saca un sucio calendario del bolsillo y grita..."
Cumplía un año más al otro lado de una orilla que nunca fue la misma orilla que yo habitaba. Nos engañábamos jugando a que sí, pero una vez más el tiempo jugó su ficha y ganó, cuando más distraídos estábamos mirando hacia otro lugar.
Llegué a casa empapada en recuerdos de esos que se cosen en sillas que algún día terminan en alguna terraza salmantina que aún conserva sus muros pintados de una mezcla de amor y carboncillo... Sumergida en aquellos recuerdos me quedé dormida, agotada por la presión de querer y no saber cómo, de querer y no atreverse, de... decirte tantas cosas que ya no se pueden pronunciar...
Al despertar estaba en clase, imaginando cómo celebraría este día que le gustaba tanto, sobretodo cuando, por una semana, estaba más cerca de mí.
Escribí mil cartas, mil palabras intentando felicitarle por este día que yo un día viví reproduciendo aquel "hombre del traje gris" en un casette del siglo XX. Ninguna era adecuada. Ya no sabía cómo hablarle al corazón a quien me había apartado de él hace tanto. Se vistió la coraza...
Tras una tarde accidentada llegué helada ante la pantalla que me lee los pensamientos y guarda mis secretos. Era el momento de enviarle el regalo de cumpleaños...

[...]

En este momento de silencio en el que te has quedado pensando, mi regalo ya se ha colado en tu buzón, en tu caja blanca de vacas de colores, entre las sábanas de esa habitación amarilla, se ha colado en algún rincón...
Espero que hagas buen uso de él, este tipo de regalos no tiene libro de instrucciones. Quizás nunca lo encuentres, quizás nunca lo busques.
Los buenos regalos llegan cuando menos te lo esperas, y te llegan directos al corazón, como aquel beso en el portal días atrás...
Quizás nunca lo abras.
Hay regalos que es mejor no abrirlos, cuando no sabes quién te los regala...
Feliz cumpleaños, felices dreams...



No lo olvides...

Ilustración I
Ahora que ya te has ido, que me has dejado con el grito en la boca, con el aliento comprimido en el pecho, ahora ya puedo espetar todo cuanto quise y nunca supe decirte, no por miedo, por amor...
Ahora que no te importa herir un corazón que te ha amado, que has tenido el valor de vivir sin pedir permiso, que no te importa decir mentiras, ahora que... vamos... despacio...
No olvides que la causa de tu presente es tu pasado.
Ya no recuerdo como sigue esa frase, por ahí ha quedado perdido el hilo que le ponía el punto final a algo que seguramente nunca existió.
Ahora que ya no te importa nada, te diré que no deseo conocer tus intimidades, tus desvelos, a quien regalas tus caricias. No me importa con quién compartas tu cama ni dónde dejes tus sueños reposar.
No olvides que la causa de tu presente, es tu pasado...
No vuelvas a pedirme que nos veamos. Esa madrugada será la última vez... que al son de las cornetas, se llevó a cabo el prendimiento de mi corazón, empapado en agua por alguien que no supo ser sincero desde el comienzo de los principios.
Quítate la máscara ya, el capillo que oculta tu rostro. Nunca te he conocido, eso me ha quedado claro, nunca he sabido quien eres.
Me he sentido engañada, cuando te preguntaba mirándote a los ojos y con tu templanza característica te hacías creer, te hacías querer. Olvidé por un momento que siempre se te dio bien mentir. Olvidé por un momento que... que me debía olvidar de ti.
No llames a la puerta que te vio crecer a mi lado. No llames más, la llave está enterrada bajo la fosa que yo misma cabé cuando empecé a quererte.
No te intentes poner en contacto con este corazón que se ha vestido de nuevo su coraza, quizás para siempre, alerta porque no hay nada, no hay nadie que pueda prometer algo que nunca ha sabido lo que es.
No puedes jurar amor eterno cuando ni siquiera conoces el significado de la eternidad, cuando no comprendes lo que supone el verbo amar.
No olvides que la causa de tu presente es tu pasado.
No conozco mayor verdad que esa. Qué lástima que yo sea uno de los factores que hayan influido en este tu presente. No sabía que se podía estar tan perdido en un camino donde uno cree por fin haberse encontrado.
Nunca creí que iba a escribir esto, quizás porque creí que siempre iba a sentirme indiferente. Quizás lo hago porque me importas, decir lo contrario sería reafirmarme.
Sé feliz, a tu manera, como cantaba muy acertadamente Frank Sinatra. Pero recuerda que la frase, no acaba ahí. Que la causa de tu presente es tu pasado, así como la causa de tu futuro será tu presente. No te gires, no mires atrás, porque no quiero ser yo la causa que arruine tu futuro. Sólo tú decides cómo será. No me preguntes cómo, ya deberías saber escribir las huellas de tu destino, si sabes escribir otro tipo de letras...

La llamaban Mary (parte III)

Desnudo - Óleo 2010

Regresaste igual que la lluvia que llevaba tanto tiempo sin caer. Todo se llenó otra vez de luz y de alegría. Todo aquí estaba mejor, todos nos alegrábamos de que estuvieras de nuevo en nuestras vidas.
Se acabó la lluvia, y con ella tu presencia, con la que calmaste tanta sed.
Quiero imaginar que viniste para recordarme que no te has ido aunque no te vea, que sigues a mi lado aunque no estés aquí.
Me dejaste un relevo en tu lugar, un joven de noble corazón y tímida sonrisa, dispuesto a llenar el vacío que tú nos dejaste. Ese vacío siempre quedará…
Han pasado los días, y me queda la sonrisa que dibujaste en un rincón de mi corazón. En cada paso que doy, te veo por aquí danzando, subiendo y bajando, asomando, te oigo riendo… Después de todo, tu regreso me ha dejado más tranquila, aunque sé que ahora, ya no volverás. Prometiste tu palabra y ahora seguirás tu camino, que deseo sea muy feliz. Estoy segura de que a alguien como tú sólo le pueden suceder cosas buenas.
Son las 00:30. Apago las luces de este antro que durante tantos días me ha regalado cosas buenas. Los clientes, todos tan diferentes… Los compañeros… tú… él…
Caminamos juntos hacia la misma dirección, hablando sobre tu partida, sobre cuánto te echaríamos de menos, sobre el vacío que nos has dejado. A él le quedaba el consuelo de tenerme a mí, que aprendí a tratarlo con los días, que aprendí a quererlo con el tiempo. Lo que él no sabía es que yo no estaría allí por mucho tiempo más.
El frío se colaba por los agujeros de mi bufanda negra. No podía levantar la mirada del suelo, y él lo notó. Te puse a ti de excusa, pero los dos sabíamos que había algo más.
De camino a casa hablamos de los buenos ratos que habíamos compartido. Tu, el, yo… De las fiestas sin maquillaje, de las noches de locura bajo la atenta mirada de una cerveza ¿rubia? No, pelirroja… De los besos robados, de las sonrisas de complicidad. No soportaba la idea de dejarle, porque sabía en primera persona lo que se siente cuando te dejan sin ganas de volver al lugar donde por unas horas, podías sonreír sin sentirte culpable de ser feliz.
No supe decirle que nos quedaban pocos días de complicidad, de llévame a casa, de dame dos besos, de ¿una caña con limón? Sí, como siempre… Nos quedaban pocos días en el bolsillo y los quise aprovechar al máximo. Sé que no le gustan las despedidas, por eso me quiero despedir poco a poco, sin decir adiós, igual que hiciste tú conmigo, dejándome en la sonrisa la esperanza de verte aparecer de nuevo por aquella puerta que tantos rostros ve pasar cada día.
Nos abrazamos a la puerta del portal, bajo la tenue luz que ilumina la tristeza de los enamorados, bajo la tenue luz que ilumina la falsa alegría de los solitarios. Me dio dos besos, como siempre, mientras yo seguía pensando cómo alejarme sin hacer ruido. Me prometió un “hasta mañana” sin saber que mañana ya no me vería, y cuando iba a doblar la esquina, se giró susurró: “te quiero…”
Virginia, en ese momento recordé su nombre. Ya no era Mary, la tabernera dicharachera que con un punto de locura me regaló su corazón. Era Virginia…
Enmudecí en ese instante. La luna, del tamaño de un queso, contemplaba la escena. “Yo también…” suspiré mientras se giraba y doblaba la esquina. “…te quiero” terminé mientras subía las escaleras que me llevaban al sueño eterno del que jamás he querido despertar ya.
                                      Fin...?