Queridos vosotros


Queridos vosotros, sabedores de todo cuanto os rodea, comprensores del mundo femenino y de los sentimientos ajenos que no os pertenecen…
Vosotros, que siempre pensáis en el bien del resto de la humanidad… Sí, porque Humanidad lleva nombre femenino.
A vosotros me dirijo, hoy, muy lejos de enterrar el hacha de guerra. Hoy me he levantado irreconocible, a años luz de esa bondad innata con la que yo siempre consideré que todos estábamos dotados.
Pero un buen día una luz se ilumina en la cabeza de alguna de nosotras (hoy ha sido la mía, espero que mañana sea la de otra), esas que tanto queréis, a las que tanto veneráis, a las que sobreprotegéis, por las que daríais vuestra vida… y nos caemos de ese guindo que nos regalaba cada día una imagen del género macho taaan ideal, tan estupenda, tan… tan equivocada.
Día tras día te intentas convencer de que “es diferente”, de que éste no tiene nada que ver con los demás: MENTIRA, es un puro espejismo. Intentas ver en él esa parte que te conviene, a la que te aferras con la esperanza de que sea el hombre que sepa ver a través de tu mirada.
Ellos, ahí van, con su coraza a cuestas, esa que nunca una mujer será capaz de romper porque no vale lo suficiente, porque no somos un Arturo que pueda sacar la espina de sus corazones. Cada una de nosotras en nuestra cabeza creemos que seremos las afortunadas de conseguir que olvidéis lo pasado, que hagáis borrón y cuenta nueva, que consigáis ver en nosotras todo lo que os faltó, que veáis que somos capaces de regalaros un mar de nuevas experiencias, de momentos divertidos, de confidencias, de susurros al oído, de caricias de ternura, de noches en vela… Creemos y podemos ser esas que hagan estremecer vuestro pecho cuando nos veáis doblar la esquina, pero olvidamos el orgullo del género macho, ese género indestructible que ante todo busca nuestra propia integridad. Antes de que puedan anidar en vuestro interior sentimientos que desquebrajen vuestra coraza y os sintáis un poco humanos, nos diréis algo como: “no quiero que lo pases mal, es mejor que dejemos de vernos”.
Vosotros, que llegáis a regalarnos grandes viajes, nos invitáis a opulentas comidas, nos lleváis al cine y nos invitáis a dormir una noche más en vuestra cama, enredadas en vuestros brazos para pasar más tiempo a nuestro lado, sois los que después no sois capaces de mirarnos a la cara y decirnos “hola” como si nunca nada hubiera pasado. Vosotros que presumís de tener las ideas claras, de ser unos maduros e independientes hombres que saben diferenciar una amistad de una aventura o un revolcón de una noche.
Queridos vosotros, que pensáis que aún todavía somos esas mujeres de cristal que se quedan prendadas del primero de vosotros que les regala un piropo facilón o con aquel que comparten una noche entre las sábanas. Vosotros, que os adelantáis, que creéis que sabéis lo que pensamos, lo que sentimos, lo que deseamos… Tengo una mala noticia: las tornas han cambiado, ahora somos nosotras las que ya no necesitan vuestros cuidados, esas que saben pasar una noche divertida y al día siguiente seguir con su vida sin acordarse, en ocasiones, de vuestro nombre de pila o vuestra marca de calzoncillos. Hoy somos las que no necesitan vuestras atenciones para seguir adelante, porque somos sentimentalmente independientes. Somos las que se toman un café con vosotros para haceros la espera más soportable, las que quieren ser vuestras amigas porque no necesitan nada más serio, no necesitan nada formal, somos felices pasando ratos buenos a vuestro lado sin profundizar en temas personales que nos comprometan a quedar otro día. Pero vosotros, crédulos y en ocasiones un tanto engreídos, os adelantáis, hacéis de adivinos, y creéis saber lo que pasa por nuestra mente. Marcáis vuestro territorio, por si acaso se nos olvida que sois impenetrables, y hacéis las cosas de la peor manera posible, sin dar la cara, y dejando claro quién es quién sobre el tablero del ajedrez.
A vosotros me dirijo, quizás un tanto resentida, no porque uno de vosotros me haya pellizcado el corazón, sino porque me duele que sigáis concibiendo esa imagen tan ridícula de este género que cada día es más fuerte y se come el mundo con vosotros incluido en él, el género femenino.
Como en todo, existen excepciones que no merecen leer ciertas cosas de las que se les acusa. Corazones dolidos de verdad que se han dejado querer y que no han negado estar enamorándose con frases absurdas que les deja en mal lugar. Corazones con coraza, como el del gran poeta Mario Benedetti que se dejan desvestir y se quedan al aire para volver a ser arropados. Esos son los pocos corazones que merecen ser atendidos con los seis sentidos que nosotras poseemos. Esos corazones que reconocen que quieren volver a vernos, que quieren beber de nuestra boca aunque no sea la que les pertenece. Corazones sinceros, honrados… Corazones valientes… De los cuales sólo he conocido dos, y ha sido un placer poder compartir con ellos sus debilidades y sus fortalezas. A ellos les debo que hoy día siga adorando a ese género bobalicón que es el vuestro, el masculino.
Queridos vosotros, suerte en vuestra andadura, la vida es muy corta y nosotras no os vamos a estar esperando. Quizás vuestro Arturo aún esté por llegar para sacar la espada que os atravesó el corazón que no fuimos capaces de sanar…