Recogiendo

Fotografía - 2011
Empezamos a recoger. Doblamos la camiseta que nos recuerda aquella noche, los vaqueros de aquel día, limpiamos el polvo de los rincones donde alguna vez nuestro corazón se paró a pensar, colocamos los marcos de fotos que con las prisas se han descolocado o caído, guardamos el albornoz en el armario, doblamos con mimo las toallas de la piscina, metemos en el bolso el diario donde plasmamos esos momentos especiales del verano... Unas cosas van a la maleta, otras quedan en el viejo armario de la habitación, otras sólo pueden guardarse en el corazón, pero a veces nuestro propio corazón se queda pequeño para ciertos recuerdos que nos remueven las entrañas y nos hacen recordar que estamos vivos, que a veces, cuando el corazón está relajado porque cree que ya nada más le puede afectar, llega una persona que te descabala todo para que no bajes la guardia; la vida te trae a una persona para recordarte que hay que seguir luchando.
Recogemos el olor a cloro de las eternas tardes al sol, el tacto de la hierba en la planta de los pies que noche tras noche hemos regado con nuestras risas y nuestros recuerdos de veranos pasados.
Recogemos la brisa de este mes de agosto y la tormenta de julio. Colocamos los cojines de la cama, los que saben con qué soñamos y a nadie se lo cuentan porque esperan ver algún día cumplido ese sueño. Recogemos el pijama que alguna noche estuvo de más y ahora echamos de menos; las zapatillas que recorrieron los caminos que me hicieron sentir otra vez pequeña; las sandalias que trasnocharon y que sintieron mis ganas de quedarme un ratito más.
Guardamos las horquillas que sujetaron nuestras ganas de escapar, las gomas del pelo que nos refrescaron los pensamientos; los pintauñas que pusieron color a los días, a las tardes, a las noches que ella y yo pasamos sin nada más que pensar o que hacer.
Apagamos la lamparilla que iluminó mis noches en vela, y la que aclaró sus preocupaciones. Cerramos el armario con olor a mojado que comparte con ellos esa complicidad en cada camisa, en cada falda, en cada pantalón que ha viajado por toda Europa y desea regresar a casa para impregnarse nuevamente de su aroma.
Los balcones se asoman a los ojos de él, que con su bici aún está descubriendo las diferentes formas de viajar en este camino que todavía está empezando.
Ella se mira al espejo por última vez mientras colocasu mechón de pelo tras la oreja. Ese mechón de pelo que le acaricia el rostro mientras una suave sonrisa se desdibuja , porque vuelve a casa.
La última cama queda estirada bajo las manos trabajadoras de quien no pierde el aliento. Ella ya guardó todo, pero deja la colcha bien estirada, impoluta, en esa cama que le ha quitado tantos sueños, en esa habitación donde guarda tantos pensamientos...
Otros se quedan con la pena de que la rutina se vuelve a colar por las ventanas mientras unos y otros airean su propio verano y le quitan el polvo al otoño que se aproxima.
Cada uno tenemos nuestra propia maleta, pero todos guardamos en un mismo baúl los colores de este verano que tantas cosas buenas nos ha dejado para almacenar en nuestro recuerdo, en nuestros armarios, y que quedan impregnados en un olor, en un sabor, en una prenda que jamás será la que era. Dejamos lo viejo, dejamos lo que nos recordará en invierno que hubo un verano.
Empezamos a recoger, pero siempre se queda algo olvidado que sabíamos que estaba y no supimos dónde meterlo. Siempre queda algo esperando nuestro regreso para ser llevado en nuestro corazón o en nuestra maleta. Siempre hay algo que nos hace regresar...

1 comentario:

  1. Que bonito. Si todo lo que escribes se conprendiera tan bien en la vida real no tendríamos tantas dudas en las cosas de la vida (jozzzziiiiiiiiiiiiii). Bromas aparte, es encantador poder disfrutar de esta lectura tan intrigante.
    De tu tía/madrina

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