Cap. 3 – Aprender a sobrevivir


Cielo - Fotografía 2012

“Adaptarse o morir…” – Recordaba continuamente esa frase de La Tortuga de Darwin, aquella obra de teatro interminable que hicieron sus compañeros de teatro como muestra de final de curso.
Repetidamente le decían lo bien que lo hacía, cómo se adaptaba a los diferentes registros, qué bien se movía en el escenario. Si hacía falta llorar, lloraba… Había llorado tanto que sabía cómo conseguirlo sin dificultad. Sólo tenía que pensar en ti.
Ella se encontraba como pez en el agua metiéndose en la vida de otras personas y representándolas ahí arriba. Sabía que conocer a fondo a sus personajes le hacía crecer por dentro y madurar. Le hacía recordar que siempre había alguien en situaciones peores que la que a ella misma le había tocado vivir, aunque fuera una ficción inventada por un Dickens, un Pirandello, un Shakespeare…
Mientras le resumía brevemente a su amigo la historia de su vida, entre sorbo y sorbo de una cerveza creo que de color tostado, él sorprendido y cabizbajo, quizás por pensar todas las cosas que una persona puede esconder tras su sonrisa, preguntó:
-Y todo esto… ¿lo has superado con la ayuda de un psicólogo, no?
-No, nunca he ido a un psicólogo- contestó ella mientras comía una aceituna.
-No sé cómo lo has hecho…
Sonrió. –Con el paso del tiempo asimilas lo que te toca vivir y te adaptas. Te adaptas o mueres. Aprendes a sobrevivir y a vivir evitando que la historia se repita una vez más con las generaciones venideras-.
Agachó la mirada. Él lo notó y entonces le preguntó por ti.
-Bueno… eh… -Balbuceó. –Esa es otra historia…
-Ya, ya… Ahora es cuando me hablas de drogas, y demás…
Se quedó muda. Un nudo le ató la garganta tan fuerte que no supo si quería contestar. No tenía derecho a contar una historia que no era la de ella… Aunque… Sí… era de ella también, pero vista desde otro punto muy diferente al tuyo: el opuesto.
Tomó aire mientras hacía memoria y guardando la compostura delante de su amigo le dijo:
-Cambiaría mi vida por la suya sólo para que viviera una pequeña parte de lo que yo he vivido, con la alegría que yo lo he vivido, con el amor que lo he sentido y con la ilusión e intensidad que lo he recordado. Sólo con que viva una décima parte de eso me conformo. Y yo me quedaría con su vida.
Él la miraba mudo y asentía con la cabeza.
Ella sabía que a pesar de tener que vivir lo que tú has vivido, hubiera sabido afrontar todas esas tempestades sin tener que hacerte daño a ti, a mamá, a todos cuantos tuviste en vilo durante tanto tiempo. Por eso estaba dispuesta a recibir todos los golpes tú recibiste, los insultos y ofensas que aguantaste… Estaba dispuesta a que fueras tú quien les arrancara las sonrisas y a ser ella quien se debatía entre la vida y la muerte…
Deseaba cambiar vuestros roles. No se trataba de una simple obra de teatro en la que ella te interpretaría. Lo sabía, y estaba segura de seguir adelante si una de las hadas madrinas de sus sueños le hubiese concedido tal deseo.
-Adaptarse o morir… -Susurró una vez más.
No ha podido parar de pensar qué hubieras llegado a ser si papá no te hubiese convencido de que eras un inútil, un tonto, de que no valías para nada. Te adaptaste cuando tuviste que rebelarte, y acomodado en el puesto que te hicieron creer que tenías que desempeñar, te convertiste en el monstruo que tantas veces juraste que ibas a combatir.
-No, nunca he ido a un psicólogo- contesté mientras comía una aceituna. –Mi terapia fue el arte. Me refugiaba entre los blocs, entre los pinceles, entre las acuarelas de tubo de mamá, me refugiaba soñando que era otra persona a la que nunca le pasaba nada salvo la Felicidad. Mi terapia fue escribir lo que siempre deseé ser para que nunca se me olvidara dónde quería llegar.

2 comentarios:

  1. Daría lo que fuera por tener la mitad de fuerza de la que tienes tú, daría lo que fuera por tener el arte que tienes tú, tanto fuera como dentro del aula de pintura.

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