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Cielo - Fotografía 2012 |
“Adaptarse o morir…” – Recordaba
continuamente esa frase de La Tortuga de
Darwin, aquella obra de teatro interminable que hicieron sus compañeros de
teatro como muestra de final de curso.
Repetidamente le decían lo bien que
lo hacía, cómo se adaptaba a los diferentes registros, qué bien se movía en el
escenario. Si hacía falta llorar, lloraba… Había llorado tanto que sabía cómo
conseguirlo sin dificultad. Sólo tenía que pensar en ti.
Ella se encontraba como pez en el
agua metiéndose en la vida de otras personas y representándolas ahí arriba.
Sabía que conocer a fondo a sus personajes le hacía crecer por dentro y
madurar. Le hacía recordar que siempre había alguien en situaciones peores que
la que a ella misma le había tocado vivir, aunque fuera una ficción inventada
por un Dickens, un Pirandello, un Shakespeare…
Mientras le resumía brevemente a su
amigo la historia de su vida, entre sorbo y sorbo de una cerveza creo que de
color tostado, él sorprendido y cabizbajo, quizás por pensar todas las cosas
que una persona puede esconder tras su sonrisa, preguntó:
-Y todo esto… ¿lo has superado con la
ayuda de un psicólogo, no?
-No, nunca he ido a un psicólogo-
contestó ella mientras comía una aceituna.
-No sé cómo lo has hecho…
Sonrió. –Con el paso del tiempo asimilas
lo que te toca vivir y te adaptas. Te adaptas o mueres. Aprendes a sobrevivir y
a vivir evitando que la historia se repita una vez más con las generaciones
venideras-.
Agachó la mirada. Él lo notó y
entonces le preguntó por ti.
-Bueno… eh… -Balbuceó. –Esa es otra
historia…
-Ya, ya… Ahora es cuando me hablas de
drogas, y demás…
Se quedó muda. Un nudo le ató la
garganta tan fuerte que no supo si quería contestar. No tenía derecho a contar
una historia que no era la de ella… Aunque… Sí… era de ella también, pero vista
desde otro punto muy diferente al tuyo: el opuesto.
Tomó aire mientras hacía memoria y
guardando la compostura delante de su amigo le dijo:
-Cambiaría mi vida por la suya sólo
para que viviera una pequeña parte de lo que yo he vivido, con la alegría que
yo lo he vivido, con el amor que lo he sentido y con la ilusión e intensidad
que lo he recordado. Sólo con que viva una décima parte de eso me conformo. Y
yo me quedaría con su vida.
Él la miraba mudo y asentía con la
cabeza.
Ella sabía que a pesar de tener que
vivir lo que tú has vivido, hubiera sabido afrontar todas esas tempestades sin
tener que hacerte daño a ti, a mamá, a todos cuantos tuviste en vilo durante
tanto tiempo. Por eso estaba dispuesta a recibir todos los golpes tú recibiste,
los insultos y ofensas que aguantaste… Estaba dispuesta a que fueras tú quien
les arrancara las sonrisas y a ser ella quien se debatía entre la vida y la
muerte…
Deseaba cambiar vuestros roles. No se
trataba de una simple obra de teatro en la que ella te interpretaría. Lo sabía,
y estaba segura de seguir adelante si una de las hadas madrinas de sus sueños le
hubiese concedido tal deseo.
-Adaptarse o morir… -Susurró una vez
más.
No ha podido parar de pensar qué
hubieras llegado a ser si papá no te hubiese convencido de que eras un inútil,
un tonto, de que no valías para nada. Te adaptaste cuando tuviste que
rebelarte, y acomodado en el puesto que te hicieron creer que tenías que
desempeñar, te convertiste en el monstruo que tantas veces juraste que ibas a
combatir.
-No, nunca he ido a un psicólogo-
contesté mientras comía una aceituna. –Mi terapia fue el arte. Me refugiaba
entre los blocs, entre los pinceles, entre las acuarelas de tubo de mamá, me
refugiaba soñando que era otra persona a la que nunca le pasaba nada salvo la
Felicidad. Mi terapia fue escribir lo que siempre deseé ser para que nunca se
me olvidara dónde quería llegar.
Daría lo que fuera por tener la mitad de fuerza de la que tienes tú, daría lo que fuera por tener el arte que tienes tú, tanto fuera como dentro del aula de pintura.
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